Interminable Luna mía...
No alcanzo al esquivo Morfeo...
Floreces explosiva por todos mis rincones...
Los capullos de tu piel invaden tiernos mis ansias de ti.
Cada poro de mi llanura te requiere y te reclama...
Húmedos retoños se levantan, ansiosas aves en mi árbol.
Tus piernas abrazando mi cintura,
tus dos soles quemando mi pecho...
incendiando mi boca...
Inagotable Luna mía...
El huracán impetuoso de tu jadeo se enmaraña con el mio...
Mi boca reclama el sabor de tu intimidad...
Tu llameante piel acaricia todavía, mis sedientas manos...
El vaivén de mi palma arrullando tu centro,
electrificando y lanzando chispeantes centellas a tu vientre,
que se anclan alborozadas a tu erótico núcleo,
desbordando incontenible tus caudales.
Imprescindible Luna mía...
La amorosa intimidad del arrullo de tu voz,
saborear tu insaciable aliento...
Piel a piel, alma reclinada en alma,
sentir con desear y desear otra vez...
Bocas encariñadas con su enfurecido e inundado afán,
labios inocentes acariciándose,
y extrañándose al separarse...
Eterna Luna mía...
Toda tu y completa, vestida de incandescencia,
produces un gozo estridente y lumínico en mi persona.
Saber que resides en mi vergel,
me empuja a desearte furioso,
me arroja demente al apetito de amarte,
a la necesidad de oírte, de sentirte,
de verte...
Todo se convierte en una melodiosa ráfaga...
Una romanza a la vida...
Tu canto y mi canto...
Nuestro canto y solo nuestro!
Interminable,
Inagotable,
Imprescindible,
Eterna y lejana...
Amadadísima
Luna mía.
José Luis Mendoza Aubert
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